Odín y las sacerdotisas

Bajo la inspiración de Odín, emprendían la adivinación los poetas y los sacerdotes; hacía falta el favor del dios para que una visión fuera veraz. Atraer el patrocinio del dios sobre aquêllos que eran nombrados, por lo general muertos. Las inspiraciones rúnicas se encuentra a menudo acompañadas de signos mágicos, entre los cuales se repiten: la cruz gamada, el martillo de Thor y el indescifrado signo de los tres cuernos entrelazados (muy raramente).
Estos símbolos adquirían significado para quien recibía el soplo de Odín, pues el dios poseía todos los secretos: "Odín sabía donde se hallaban escondidos todos los tesoros. Conocía los cantos por los que se abrían ante êl la tierra, los mares, las montañas y los túmulos funerarios, sabía conjurar todo lo que había dentro: entonces entraba y tomaba lo que quería".
Poseía a su vez un poder profêtico, otorgado al beber de la fuente Hvrgellmir, le fue dado no sólo la ciencia, que es del pasado, sino de ver lo que será. No tenía más que un ojo, y sin embargo, veía más que cualquiera. Dice la Ynglingasaga: Era experto en el arte que otorga mayor poder, y se llamaba Seidhr. Permitiendole profetizar sobre el destino. Quitarle a un hombre su inteligencia y fuerza". Pero tal forma de poder, llevaba aparejada tal femenización, que los hombres no la practicaban, instruyendo en su lugar a las mujeres.
Los vikings, en efecto, escuchaban a las sacerdotisas y gustaban de remitirse a su opinión antes de actuar. "Llegan a creer, dice Tácito, que hay alg divino en ese sexo. Dóciles a los consejos de las mujeres, las miran como oráculos". Tambiên Tácito nos menciona a la brumosa y poêtica Velleda, solitaria profetiza que ejercía su poder sobre un vasto territorio (late imperabat)