Curiosidades: James Priestley y los Disturbios de Birmingham
Joseph Priestley (1733-1804) fue muchas cosas: teólogo, pedagogo, filósofo natural (científico diríamos hoy), teórico político, clérigo, entusiasta de la Revolución Americana y de la Francesa (debería haberse decidido por una de las dos), escribió más de 150 obras, tal vez llegó a descubrir el oxígeno (dephlogisticated air). No temió mezclar teísmo, materialismo y determinismo. A pesar de sus muchas actividades, su figura será siempre asociada a los Disturbios de Birmingham (también conocidos como los Priestley Riots), que se sucedieron desde el 14 de julio hasta el 17 de 1791.
Las causas son variadas, desde las ideas religiosas de Priestley y los llamados Disidentes, la cuestión de los derechos civiles para las minorías religiosas como las de ellos, y su apoyo a la Revolución Americana y Francesa, que mucho ingleses veían como una traición la primera, y un foco infeccioso de desorden y caos a la segunda. En el aniversario de la toma de la Bastille, se reunieron en un hotel de Birmingham para celebrar ese acontecimiento; una turba se formó y atacó el hotel, Priestley, por consejo de sus amigos, no concurrió. Los disturbios se propagaron hasta el propio hogar del filósofo natural y su iglesia, la muchedumbre continuó, destrozando y quemando cuatro iglesias disidentes, veintisiete casas y varios comercios. La ira de la turba se autoalimentaba, ya que la mayoría empezó a emborracharse con el alcohol que conseguido en el saqueo. Sin embargo, el núcleo de la muchedumbre se mantuvo sobrio; no sólo atacaron casas de conocidos disidentes, también de gente relacionada con ellos, como la Sociedad Lunar, sociedad astronómica cuya sede fue destruida por los iracundos.
El gobierno inglés, en ese entonces era Primer Ministro William Pitt el Jóven, reaccionó de manera lenta, muy lenta. Parece que incluso las autoridades de Birmingham ayudaron bastante a los revoltosos. En cuanto a Priestley, apenas pudo escapar con su familia de la muchedumbre que venía por él, ocultándose en los diversos domicilios de sus amigos disidentes. La casa de Priestley, junto a su invaluable biblioteca, su laboratorio y manuscritos fueron consumidas por el fuego y sólo quedaron cenizas. Otras víctimas notables fueron John Coates, John Hobson, Thomas Hawkes y John Harwood (un ministro baptista ciego), cuyas casas fueron quemadas hasta los cimientos.
El Earl de Aylesford trató en vano de contener a la chusma, junto con la ayuda de otros magistrados, pero fueron sobrepasados en fuerza y número; varias cárceles fueron destruidas y los presidiarios fueron ayudados por la muchedumbre a escapar. Thomas Woodbridge, Alcaide de la Prisión, comisionó a varios cientos de personas para que lo ayudaran a contrarrestar a la masa, ¡pero estos terminaron uniéndose al motín! Las cosas se pusieron más violentas cuando destruyeron la Bakersville House y se bebieron los barriles de licor allí almacenados.
Para el 16 de julio la turba enfiló hacia Kings Norton y Kingswood Chapel, donde quemaron una iglesia la granja Cox y saquearon la casa de un tal Mr Taverner. En Kingswood quemaron una iglesia disidente. El último golpe de los salvajes, dado por el "núcleo duro" que inició los disturbios (unas 30 personas), fue el 17 de julio a la mañana, cuando atacaron la casa de William Withering, un anglicano que tuvo la desgracia de pertencer a la Sociedad Lunar. Pero Withering hizo lo correcto y contrató a un grupo de hombres con la cuales mantuvo a rayas a los forajidos hasta que llegaron las autoridades militares.
Para el final de la jornada, la "Turba de la Iglesia y el Rey" había puesto a toda Birmingham en ascuas, causando miles de libras en daños a la propiedad, ¡ni siquiera se limitarona a atacar a los disidentes! Extrañamente, hubo un muerto solamente. Al parecer los ataques fueron dirigidos por la elite anglicana, aquel núcleo de 30 manifestantes sobrios coordinó al resto de la masa. Los disidentes señalaron como los principales instigadores al Justice Joseph Carles, al sheriff John Brooke y Benjamin Spencer, ministro local. Ningún de los particpantes fue arrestado o llevado a juicio, a pesar de las protestas de los disidentes. Pero cuando el gobierno presionó a las autoridades locales para que procesara los ringleaders, los juicios fueron una farsa pública, con testigos amedrentados y humillados, el manejo del juicio fue una burla de los procedimientos judiciales.
El rey Jorge III comentó: "No puedo más que alegrarme porque Priestley y sus seguidores estén sufriendo las doctrinas que implantaron, y que la gente haya visto la luz de la verdad". Birmingham quedó dividido en dos facciones, que a decir de James Watts: "Se odiaban una a otra mortalmente". Los defensores de la Revolución Francesa que quedaron (la mayoría de los disidentes había optado por mudarse) decidieron no festejar al toma de la Bastilla el año siguiente.
¿Y qué ocurrió con Priestley? Emigró a Estados Unidos, luego de un fugaz paso por New York, se radicó en Northumberland, Pennsylvania. En 1794 ayudó a fundar la Primera Iglesia Unitaria de Philadelphia y rechazó una plaza para enseña en la Universidad de Pennsylvania. Allí continuó varios proyectos educativos, y se carteó con Thomas Jefferson (quien estaba muy impresionado por sus libros religiosos). Murió en 1804. Sus pensamientos influyeron en varios pensadores como Erasmus Darwin, John Stuart Mill, el poeta William Wordsworth, hasta Herbert Spencer. En su Crítica de la Razón Pura, Kant tiene unas palabras de elogio para él: "El supo como combinar su paradójico método de enseñanza con sus ideas sobre religión". En 1952, el Colegio Dickinson patrocinó el Premio Priestley para aquellos que contribuyeran al bienestar humano. La Plaza Chamberlain en Birmingham se ve adornada por una estatua suya (eso ocurre cuando la elite anglicana de una ciudad lleva tres siglos bajo tierra).
Para terminar, les ofrezco la carta que Priestley le envió al pueblo de Birmingham:
A los Habitantes del Pueblo de Birmingham 19 d julio de 1791 Mis antiguos conciudadanos y vecinos: Habéis destruido los más valiosos y útiles instrumentos que, tal vez, individuo alguno haya poseído en este país o en otro. En cuyo uso gasté, anualmente, importantes sumas sin rédito financiero alguno, sólo en beneficio de la Ciencia, de mi país y de la Humanidad. Habéis destruido la Biblioteca que complemetaban a aquel aparato, que ningún dinero puede reponer. Pero lo que he sentido más, son los manuscritos que habéis dado al fuego, resultado del laborioso estudio de años, y que jamás podré restituir; y esto se ha hecho a mí, quien nunca les hizo o deseó daño alguno. En este asunto, nosotros somos las ovejas y ustedes los lobos. Mantendremos nuestra entereza, y esperamos que ustedes puedan cambiar vuestros espíritus. Devolvermos bendiciones por maldiciones, rogamos para que retorneis a vuestra sobrias e industriosas costumbres, por las cuales era conocida Birmingham otrora. De ustedes, fielmente, J. Priestley.
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