Entrada de los dioses al Valhalla
Cuando los guerreros se preparaban para combatir, un enjambre de vírgenes (medio marimachos), de ojos azules, montadas en resplandecientes córceles de luz, pasaban a travês de sus filas, excitándoles con el gesto y la voz, murmurando cantos de guerra. Pronto transformados en canto de triunfo para aquellos que ca¡an de un golpe mortal. Estas vírgenes eran las valkirias, tan celebradas por Wagner, Ossian, Lamartine, Mcpherson, Napoleón y el Kaizer Guilermo.
Así que las valkirias, ninfas de las matanzas, atraídas el clamor de las armas, disfrutaban con las contiendas, con los gritos de los moribundos, con el olor de los cadávers, gustos extraños en muchachas de ojos azules, pero todo tenía un propósito.
Ellas recorrían la batalla, buscando y recogiendo a las almas que acababan de morir, y le preguntaban:
-Seola. ¿Eras un hombre libre o eras un esclavo?
-Seola. ¿En vida honrabas a los dioses y a sus sacerdotes?
-Seola. ¿Respetabas la fe jurada?
-Has muerto como un valiente, com la cara frente al enemigo y sin estremecerse tu corazón?
-Seola. ¿Has combatido alguna vez contra los de tu raza y los de tu sangre?
Una vez desligada de los lazos terrenos, la seola no puede mentir, carece de la capacidad; responde con sinceridad y sin confusión, juzgandose a sí misma. Si se condena, la valkiria la entrega a los elfos negros, suerte de demonios.
Pero si la seola resultaba ser un soldado valiente, virtuoso y corajudo, lo conducían a Valhalla, paraíso de los hêroes.
Este lugar, dedicado al hombre libre, tambiên se abría ante el siervo caído al lado de su amo, o al esclavo que, para seguir sirviendole, se lanzaba al draggar en llamas durante el funeral.
¿Eran las joyas del Valhalla lo suficientemente atractivas como para provocar esas inmolaciones? Analicemos.
El principal placer de todos era el combate, ¡de acuerdo! Se peleaban horas enteras, todos contra todos; Pasandoselo en grande, con encarnizamiento, atravesandose, acuchillandose, descuartizandose. A la hora de la cena toda matanza cesaba. La sangre dejaba de correr, las heridas se cerraban, los miembros cercenados volvían a sus lugares, las cabezas hendidas, las entrañas al sol. Se volvían a coser, se pegaban ellos sólos, y dandose el brazo, se prometían a la hora del poste segir con los juegos.
El alimento de los dioses y hêroes era poco variado. En aquellos tiempos, el chancho era el alimento preponderante de Escandinavia y el Báltico (según dice Tácito en la Germania). Los jefes y las matronas colgaban en sus casas un pequeño emblema del cerdo, símbolo de abundancia y fecundidad. El cerdo, tanto para ricos como para pobres, era primordial. Sin embargo era considerado indigno de Odín, sustituido por el jabalí.
En uno de los bosques de Valhalla mañana aparecía un jabalí enorme, del tamaño de un mamut; los hêroes le cazaban, algunas veces en compañía de Thor, otras de Vali (hábil arquero) o de Tyr (dios manco pero aún así excelente espadachín). Una vez derribado, lo despedazaban, lo asaban y se lo comían. Al día siguiente volvía a estar ahí, listo para otra cacería.
Se bebía cerveza (of course), hidromiel, y para Odín y los macanudos ¡vino! Cómo hacía Odín para cultivar vid en el clima bóreal, no sê, era un dios y listo.........
El tejado no era de tejas comunes, sino de miles de escudos pulidos, durante las noches, el fuego de las antorchas se multiplicaba cientos de veces en el techo, en las espadas y en las corazas.
El Valhalla no es Empíro cristiano, no durará por siempre, es un campamento militar, como todo lo militar tiene un propósito estratêgico, Odín necesita a los mejores, los brazos más diestros, para enfrentar lo que se viene.
Así que las valkirias, ninfas de las matanzas, atraídas el clamor de las armas, disfrutaban con las contiendas, con los gritos de los moribundos, con el olor de los cadávers, gustos extraños en muchachas de ojos azules, pero todo tenía un propósito.
Ellas recorrían la batalla, buscando y recogiendo a las almas que acababan de morir, y le preguntaban:
-Seola. ¿Eras un hombre libre o eras un esclavo?
-Seola. ¿En vida honrabas a los dioses y a sus sacerdotes?
-Seola. ¿Respetabas la fe jurada?
-Has muerto como un valiente, com la cara frente al enemigo y sin estremecerse tu corazón?
-Seola. ¿Has combatido alguna vez contra los de tu raza y los de tu sangre?
Una vez desligada de los lazos terrenos, la seola no puede mentir, carece de la capacidad; responde con sinceridad y sin confusión, juzgandose a sí misma. Si se condena, la valkiria la entrega a los elfos negros, suerte de demonios.
Pero si la seola resultaba ser un soldado valiente, virtuoso y corajudo, lo conducían a Valhalla, paraíso de los hêroes.
Este lugar, dedicado al hombre libre, tambiên se abría ante el siervo caído al lado de su amo, o al esclavo que, para seguir sirviendole, se lanzaba al draggar en llamas durante el funeral.
¿Eran las joyas del Valhalla lo suficientemente atractivas como para provocar esas inmolaciones? Analicemos.
El principal placer de todos era el combate, ¡de acuerdo! Se peleaban horas enteras, todos contra todos; Pasandoselo en grande, con encarnizamiento, atravesandose, acuchillandose, descuartizandose. A la hora de la cena toda matanza cesaba. La sangre dejaba de correr, las heridas se cerraban, los miembros cercenados volvían a sus lugares, las cabezas hendidas, las entrañas al sol. Se volvían a coser, se pegaban ellos sólos, y dandose el brazo, se prometían a la hora del poste segir con los juegos.
El alimento de los dioses y hêroes era poco variado. En aquellos tiempos, el chancho era el alimento preponderante de Escandinavia y el Báltico (según dice Tácito en la Germania). Los jefes y las matronas colgaban en sus casas un pequeño emblema del cerdo, símbolo de abundancia y fecundidad. El cerdo, tanto para ricos como para pobres, era primordial. Sin embargo era considerado indigno de Odín, sustituido por el jabalí.
En uno de los bosques de Valhalla mañana aparecía un jabalí enorme, del tamaño de un mamut; los hêroes le cazaban, algunas veces en compañía de Thor, otras de Vali (hábil arquero) o de Tyr (dios manco pero aún así excelente espadachín). Una vez derribado, lo despedazaban, lo asaban y se lo comían. Al día siguiente volvía a estar ahí, listo para otra cacería.
Se bebía cerveza (of course), hidromiel, y para Odín y los macanudos ¡vino! Cómo hacía Odín para cultivar vid en el clima bóreal, no sê, era un dios y listo.........
El tejado no era de tejas comunes, sino de miles de escudos pulidos, durante las noches, el fuego de las antorchas se multiplicaba cientos de veces en el techo, en las espadas y en las corazas.
El Valhalla no es Empíro cristiano, no durará por siempre, es un campamento militar, como todo lo militar tiene un propósito estratêgico, Odín necesita a los mejores, los brazos más diestros, para enfrentar lo que se viene.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home