Un descenso al Nifleheim

Por debajo del Midgard, está el país de los muertos, los hielos y las tinieblas. El ya mencionado Nifleheim. Allí sólo pueden vivir los muertos, los gigantes de la escarcha, los enanos, la diosa de la muerte Hel y sus guardianes, Garm, Bigvor y Lisvor (dos lobos).
En realidad Nifleheim es el nombre genêrico, se divide en dos: Nifleheim propiamente dicho y Nastrond. El primero, es un vestíbulo sombrío donde las seolas (almas) de aquellos que no fueron ni buenos ni malos,ni hêroes ni traidores, y lo que es peor, no murieron en batalla,residen junto a los gigantes y enanos. Recuerden que morir de viejo o por una enfermedad era una gran desgracia para los vikings. Un grave error a los ojos de Odín, mas no un crimen; la estadía no era eterna (duraba mchisímo, pero no una eternidad), aunque el destino de las seolas que pasaban por aquí es oscuro, tal vez desaparecían.
En esos subterráneos húmedos, la oscuridad, el silencio y el aburrimiento eran suficientes castigos. Los habitantes del Nifleheim no tenían otra ocupación que sus bostezos recíprocos y, de vez en cuando, un chorro de luz macilenta que llegaba hasta ellos cuando los enanos negros llegaban con su carga de almas.
Es el Nastrond el verdadero infierno escandinavo. Donde los grandes criminales recibían su merecido. ¡Un detalle importante! Aquí no se veían (como en Dante, Milton o en el sermón parroquial) hogueras, parrillas, hornos, torbellinos de fuego, tridentes y demás torturas. No, el principal tormento era el hielo. Aquí se helaban las piedras y los condenados. Los desgraciados tiritaban, con los dedos entumecidos, las lágrimas heladas le cubrían el rostro, el resto del curpo no se diferenciaba de las piedras.
La tortura aumentaba cuando sobre ellos se posaba la mirada de la Diosa Pálida, Hel. Su palacio se llamba Miseria; su puerta, Precipicio; su sala de recepciones, Dolor; su cama, Enfermedad; su mesa, Hambre; su trono, Maldición. El cuerpo de esta Reina estaba abigarrado de hielo, medio blanco, medio azul, su aliento es cadavêrico, así como sus facciones.
En el Nastrond no hay demonios, ni Eumênides; están Bigvor, Lisvor y Garm, no dejan que nadie entre salvo los muertos, y mucho menos salir.
Así que, ¡friolentos abstenerse de pecar en el Báltico!